miércoles, 30 de enero de 2013

BENEDICTO XVI Y LOS NIÑOS:


"LA IGLESIA NO SE OLVIDA DE SUS HIJOS MÁS PEQUEÑOS"
"Maxima debetur puero reverentia" -"Al niño se le debe el máximo respeto": los antiguos ya reconocían la importancia de respetar al niño, don y bien precioso para la sociedad, al que hay que reconocer su dignidad humana, que posee plenamente desde que, sin haber nacido, se encuentra en el seno maternal.
Todo ser humano tiene un valor en sí mismo, pues ha sido creado a imagen de Dios, a cuyos ojos es todavía más precioso cuando más débil resulta a la mirada del hombre. ¡Con qué amor hay que acoger, entonces, a un niño que todavía no ha nacido y que padece patologías médicas!
"Sinite parvulos venire ad me" -"Dejad que los niños vengan a mí"-, dice Jesús en el Evangelio, mostrándonos cómo debe ser la actitud de respeto y acogida al atender a todo niño, especialmente cuando es débil o atraviesa dificultades, cuando sufre y está indefenso. Pienso sobre todo en los pequeños huérfanos o abandonados a causa de la miseria o de la disgregación familiar; pienso en los niños víctimas inocentes del sida o de la guerra y de tantos conflictos armados que tienen lugar en diferentes partes del mundo; pienso en la infancia que muere a causa de la miseria, de la sequía y del hambre.
La Iglesia no se olvida de sus hijos más pequeños y, si bien por una parte aplaude las iniciativas de las naciones más ricas para mejorar las condiciones de su desarrollo, por otra, siente intensamente el deber de invitar a prestar una mayor atención a estos hermanos nuestros, para que gracias a nuestra solidaridad conjunta puedan ver la vida con confianza y esperanza.
Queridos hermanos y hermanas: mientras deseo que tantas condiciones de desequilibrio que todavía existen sean superadas cuanto antes con medidas decididas a favor de nuestros hermanos más pequeños, expreso profundo aprecio por aquellos que dedican energías personales y recursos materiales a su servicio. Con particular reconocimiento pienso en nuestro hospital del Niño Jesús y en las numerosas asociaciones e instituciones socio-sanitarias católicas, que, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, Buen Samaritano, y animadas por su caridad, ofrecen apoyo y alivio humano, moral y espiritual a tantos niños que sufren, amados por Dios con particular predilección.
Que la Virgen Santa, Madre de todo hombre, vele por los niños enfermos y proteja a quienes se entregan para curarles con solicitud humana y espíritu evangélico".

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