Dignidad humana: base del desarrollo
Todo atropello a la dignidad del hombre es un atropello al mismo Dios, de quien es imagen. La Iglesia por tanto está convocada a ser ‘abogada de la justicia y defensora de los pobres’.
Por Laura Ávila Chacón
Los pobres son el tesoro de la Iglesia, si no se interesa en ellos, ya no es la Iglesia que Cristo fundó. Bajo esta premisa, el Obispo de Tilarán-Liberia Monseñor Vittorino Girardi, reitera en su nueva Carta Pastoral que los pobres son y serán una prioridad para la Iglesia Católica en Guanacaste y Upala.
Se trata del documento denominado “Soy Yo, No Tengan Miedo” (Mt 14, 27), en la que, luego de una mirada agradecida al pasado, se establece la ruta de trabajo pastoral diocesano para los próximos años.
En cuanto a los pobres, Monseñor recuerda las palabras del Papa, en el sentido de que “su opción preferencial está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza”.
Los cristianos, por tanto, como discípulos misioneros, estamos llamados a contemplar en el rostro sufriente de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos. “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo”.
En esta dinámica, y en referencia particular a la pobreza en Guanacaste, Monseñor recuerda que solo en el indispensable reconocimiento y defensa de la dignidad humana, está la base de todo desarrollo.
Concretamente, afirma, “nos proponemos dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos más difíciles, eligiéndolos para compartir horas, semanas, años de nuestra vida, buscando desde ellos, la transformación de su situación”.
En su Carta Pastoral, Girardi presenta a los lectores una lectura espiritual de la diócesis, con la finalidad de identificar los caminos de Dios en ella e invocar su Nombre, para pedir su gracia y más concretamente su luz para el camino a recorrer.
Específicamente, se definen como opciones preferenciales además de los pobres, la familia, los jóvenes y las vocaciones.
Familia: sagrario de vida
Como un amplio campo de nuestra cultura en que las exigencias de la novedad evangélica aún no se hacen notar suficiente y eficazmente. Así define Monseñor Girardi la situación de la familia en Guanacaste, para reconocer con sinceridad que “estamos lejos del ideal cristiano de familia”.
Explica que en sus visitas pastorales ha podido constatar que lo ‘normal’, es la unión libre entre las parejas y la situación de “madre soltera”, especialmente en Upala.
Preocupa en particular dicha situación, porque refleja la indiferencia hacia el sacramento del matrimonio, a la vez que conlleva el problema de las familias ‘sin padre’, consecuente de una ‘cultura machista’ que enfatiza más el poder generativo que el acompañamiento de los hijos, la responsabilidad educativa y la permanencia fiel al lado de la madre.
A estos factores “se le deben añadir los ataques en contra de la familia” que llegan20 de propuestas a las que llama ‘light, superficiales, inmediatistas e instintivas, propias de las post modernidad’. Ante esta situación, Iglesia Católica en Guanacaste insista en dar a conocer el modelo de familia de Cristo, que tiene como fundamento un matrimonio monogámico, indisoluble y abierto a la vida.
Este trabajo ha dado como resultado que poco a poco aumenten los matrimonios cristianos, gracias al fruto de un trabajo pastoral de sacerdotes, diáconos, religiosas y laicos comprometidos y el apoyo de la pastoral familiar la cual integra otras instituciones a favor de la familia.
Juventud: preocupación y acción
Junto con la familia, la juventud es una prioridad en el servicio pastoral y evangelizador de la diócesis guanacasteca.
En este ámbito, Monseñor se ha dado la tarea de visitar colegios y grupos juveniles, pues es consciente de que esta es la única manera de acercarse a ellos para escucharlos y orientarlos.
Entre las situaciones que más angustian a este sector de la población es el hecho de que existan familias “desarticuladas”, el creciente desempleo juvenil y los ‘espejismos’ fomentados por los medios de comunicación, que han ido constituyéndose como base de las alarmantes tendencias de aumento de criminalidad joven.
La preocupación va más allá, pues los centros educativos ya no son lugares donde se transmiten valores que han dado identidad cultural a la región chorotega. Con profundo dolor -constata el obispo en su carta pastoral- algunos centros se han convertido en “espacios de difusión de contravalores, de drogas, de sensualismos y de críticas a las instituciones fundamentales de una sociedad como son la familia, la Iglesia y el poder político”.
Ante esta situación, la Iglesia refuerza su compromiso en favor de este sector poblacional, promoviendo procesos de educación y maduración en la fe como respuesta de sentido y orientación de la vida. Además, se compromete a poner en marcha un proceso de anuncio y catequesis atractivo para los jóvenes con la finalidad de introducirlos en el conocimiento y la experiencia personal de Cristo.
Vocaciones y caminar pastoral
La población de Guanacaste crece y con ello surge la necesidad de más presencia de sacerdotes para brindar un eficiente acompañamiento espiritual a un pueblo urgido de palabras de aliento y esperanza.
La Carta Pastoral es clara al aceptar que hoy en día no es suficiente una visita mensual de un sacerdote para que una comunidad persevere en su fe. “Han aumentado los distractores y resulta mucho más fácil romper con la tradición y perder así la propia identidad católica”.
Ante ello, estima el obispo, la Iglesia debe hacerse presente con más frecuencia y con más tiempo en las numerosas comunidades, más de 600, que integran las 36 parroquias de la diócesis. Pero ello es imposible sin más sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y laicos comprometidos. “Necesitamos puesta, una asidua, organizada y omnipresente pastoral vocacional”.
La esperanza de la Iglesia guanacasteca está en los jóvenes, numerosos dichosamente, ricos en valores humanos y religiosos, capaces de altos ideales. “Son nuestra esperanza, y no sólo para la vida sacerdotal, sino para la vida consagrada, masculina y femenina, y para la entrega misionera”.
Actualmente la diócesis cuenta con 16 seminaristas, de los cuales 12 son guanacastecos. La esperanza es poder
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ordenar uno o dos sacerdotes por año, a cuyo trabajo se suma el de los 10 diáconos permanentes. La publicación no omite la presencia de vida consagrada en la diócesis, que cuenta en su territorio con seis congregaciones masculinas y 17 femeninas. Esta inserción de órdenes religiosas colabora a que se susciten nuevas vocaciones en la Iglesia particular.
Módulo 1: Pampa, pobreza y exclusión
La incidencia de la pobreza a nivel nacional creció por tercer año consecutivo. La nueva medición de este fenómeno muestra un incremento del 20.6% al 21.3% de los hogares entre 2009 y 2010 según el INEC.
En términos absolutos, mientras en 2009 había 236.800 hogares pobres, en 2010 el número aumentó a 274.616 hogares, de los cuales 77.365 vivían en pobreza extrema. Específicamente, la región Chorotega y la Brunca experimentaron las mayores tasas de pobreza extrema, que fueron 2.7 y 3.1 puntos porcentuales mayores, respectivamente, que la tasa de la región Central.
Módulo 2: Evocar para agradecer
La Carta Pastoral hace énfasis en el camino recorrido en los 50 años de historia de la Diócesis de Tilarán-Liberia. Particularmente, se reconoce el trabajo y la entrega de los obispos que han estado al frente de la evangelización en esta Iglesia particular.
Pastor Vigilante: Monseñor Román Arrieta
Fue consagrado obispo el 21 de setiembre de 1961. En la diócesis permaneció 18 años. Su principal objetivo durante ese periodo fue aumentar el número de sacerdotes. Pues solo contaba en la naciente diócesis con 16.
Se dio a la tarea de traer sacerdotes de España y otros países. Algunos de ellos pertenecían al Instituto Español de Misiones Extranjeras y otros de la Organización de Cooperación Sacerdotal para Hispano América. Varios de ellos siguen aún hoy en la diócesis.
Entre otros proyectos, su labor se encaminó en el arreglo de los caminos de Tilarán y otras obras sociales que giraron en torno al Proyecto de riego Arenal-Tempisque.
Antes de que asumiera el cargo de Arzobispo de San José, Monseñor Arrieta ya había conformado una diócesis suficientemente organizada, con 37 sacerdotes, para atender en ese entonces sus 16 parroquias.
Constructor de Fraternidad: Monseñor Héctor Morera Vega
Luego de la partida de Monseñor Arrieta, el entonces Papa Juan Pablo II nombra a Monseñor Héctor Morera Vega, II Obispo de Tilarán-Liberia. Su ordenación episcopal se realizó el 27 de diciembre de 1979. En ese momento, el hoy obispo emérito asumió el lema “Que el amor de Cristo nos congregue en unidad”. Sus intereses pastorales giraron en torno a la vida pastoral de la diócesis, los problemas de la familia, los de carácter social y económico.
Durante su episcopado publicó su primera Carta Pastoral “Yo Pablo”. En ella, destaca su misión como obispo y agradece a Dios su elección y los frutos pastorales y misioneros de su antecesor, Mons. Arrieta. Además cuenta sus cuatro prioridades de su pastoreo: los pobres, los jóvenes, la familia y la catequesis. Con motivo de sus 10 años de episcopado escribe su segunda Carta Pastoral “Gracias Padre”, para luego escribir una tercera sobre el Año Jubilar.
Al igual que Monseñor Arrieta, Morera tenía la preocupación de la tenencia de la tierra en Guanacaste. Durante sus 23 años de servicio episcopal, ordenó 52 presbíteros y 4 religiosos.
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Ligero de Equipaje: Monseñor Vittorino Girardi
Fue el 8 de julio del 2002, cuando el Nuncio Apostólico en ese entonces Monseñor Antonio Sozzo le dio la noticia de que su Santidad Juan Pablo II nombró a Monseñor Vittorino III Obispo de la Diócesis de Tilarán.
Este pastor de equipaje ligero, como se describe, ya conocía Costa Rica pues había sido profesor en el Seminario Mayor. El 21 de setiembre de ese mismo año fue ordenado obispo. Recuerda con nostalgia, que nadie de su familia lo pudo acompañar en ese momento, pues su padre había fallecido hacía dos años y sus hermanos estaban “ocupados” entorno a su madre que se encontraba en estado terminal.
“El Señor me enviaba a estas tierras, realmente ligero de equipaje de cualquiera, incluso del afectivo, para indicarme que me llamaba a darme con una entrega total e incondicional a esta nueva familia que el mismo me había dado”.
Con poco conocimiento del territorio diocesano, se dio la tarea de acercarse cuanto antes a las distintas parroquias y comunidades y “convivir” al menos durante una semana en ellas con sus sacerdotes.
Para él, “había llegado la hora aplicar a la realidad diocesana, lo que durante años había explicado a mis alumnos en las aulas, particularmente en lo referente al ser y al quehacer de la Iglesia”.
hola soy trabajador social vivo en Nicoya quisiera ofrecer mis habilidades para trabajo voluntario al servicio de los y las pobres cualquier orientación se los agradeceré
ResponderEliminar22632745 y 26849081